Sowing

This is a very, very special photo for me. Emilia Fadini and Laia Martín, one next to another. You can not see me, because I was 600 km away, but at the same time I’m there, 100%. From Emilia Fadini, today still very bright at 89 years old, a thousand things emerged in my life. In those distant years 80, my passion for questioning about the music I did found in her and her courses a path that led from then, solidly, to look at the treaties (even more than the instruments) the answers to the questions that arose when observing the scores. Thanks to her I discovered the clavichord, I heard for the first time the names of Santa María, Diruta, and many others whose existence I know that many of my readers have discovered in my books, and I began to live in first person an intimate way of sharing music whose values had nothing to do with the ones that were being proposed to me, in those same years, in the conservatory classes.

This week, at 20th FIMTE – International Festival of Spanish Keyboard Music, so brilliantly organised by Luisa Morales, Emilia has shared the FIMTE Symposium with Laia Martin, who from that lineage is, in many ways, the continuation. Without me being seen, in this picture I am in the middle. As the current teacher of one and the old student of another, seeing them together gives me a wonderful feeling. Without what I saw in those Emilia classes, I doubt that Laia would even know who I am, nor would I be orienting her doctoral thesis at the University of Aveiro, nor would she, most likely, have been in Mojácar this week. And that is the meaning of that peculiar sowing that is teaching. Teaching and also writing, which allows you to share with many people what you consider important even away from your physical presence, in a process that often ends in a future whose trajectories move far, out of sight. But when these trajectories intersect, as has happened these days in the FIMTE, even without having been there, happiness is very deep.

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (IV y última)

Ultimo post de la serie, que toca volver al trabajo. Pero si se trata de volver, entonces ahí está algo al que nunca me canso de volver, una y otra vez: ese placer inconmensurable de mi niñez que fue el LEGO. Y ver cómo entre las manos de mis hijos (y en las mías, no nos engañemos) se va uniendo año tras año, irremediablemente, a esa otra presencia indeleble en mi vida que es Star Wars. Vi en el cine “A New Hope” con mi padre en 1977 y todavía me acuerdo de ese día como si fuera ayer: 42 años ya de convivencia con esa saga. Y ahora, literalmente, Imperio y Resistencia invaden nuestra casa… Con la pequeña curiosidad que hacer y rehacer estas naves de LEGO, con las que creo disfrutar yo aún más que ellos, es la única actividad en mi vida en la que no siento la necesidad de buscar la originalidad. Tocando, escribiendo, dando clases, viajando, planificando cualquiera de mis actividades, siempre siento que no sería yo si no lo hiciera todo “a mi manera”. Aquí, poner la pieza exacta en el lugar exacto es el mayor de los placeres (tanto que a veces entiendo un poco al padre protagonista en la sombra de “LEGO The Movie”… ¡qué gran metáfora, ese filme!). A veces incluso me entra la duda: ¿no estará asomándose ahí mi verdadero yo conformista? En realidad, lo veo sobre todo como un pequeño mecanismo de compensación, una forma de concebir ese juego como un espacio de relajación mental, pero la sensación no deja de sorprenderme. Y, por si acaso, ahora mismo voy a dedicar unas horas, hoy que por fin puedo, a esas actividades en las que tanto disfruto trazando caminos no convencionales. ¡Mis inVersions necesitan atención!

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (III)

He pasado una parte consistente de estos últimos cuatro días encontrando entre los tres el lugar adecuado para las 1500 piezas de este puzzle. Aprendiendo, de paso, la localización exacta de lugares tan diversos como las Islas Tokelau, South Georgia o Jan Mayen (geolocalización incluída, porque esos mares, incluso en un puzzle, son inabarcables si no cuentas con meridianos y paralelos). Pero también acompañado de la incómoda, persistente pregunta de por qué los humanos necesitamos tanto esas fronteras, ese repartirnos el planeta en forma de patrias y banderas. La próxima vez, con mis hijos, voy a hacer un mapa físico. Mucho más difícil aún, lo sé, pero más próximo a cómo me gusta pensar nuestro mundo.

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (II)

Impacta, sí. Ver cómo alguien mucho, mucho más joven que tú (11 años, ahora mismo) resuelve en una hora esa locura que es el Square One Cube, recién incorporado a su serie particular de variantes del cubos de Rubik… Será amor de padre, y sé que hay gente mucho más rápida que él, pero yo que no sé hacer con facilidad ni siquiera una cara del más banal 3×3 me quedo sin palabras viéndole resolver cualquiera de éstos, a menudo en pocas decenas de segundos o en algunos minutos. Y mi admiración por el creador de toda esta locura, Ernö Rubik, sigue creciendo día a día. Que alguien pueda llegar a ser el hombre más rico de Hungría con sólo crear algo tan pequeño, armonioso, portátil, inocuo e inteligente como este cubo me parece de esas realidades que te hacen creer en la humanidad. Falta nos hace…

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (I)

Ocho días a solas con dos muchachos de 7 y 11 años dan para mucho. Y algunos de esos momentos se prestan a un breve comentario en este blog. El primero surgió al ver en pantalla grande “Entrenando a tu dragón 3”, posiblemente la película de dibujos animados visualmente más impresionante que yo haya visto jamás. Sería un goce increíble de principio a fin, si no fuera porque su trama tan insufriblemente heteronormativa acaba por estropear el espectáculo a quienes estamos sensibilizados con el tema. Es una lástima, realmente: un paso más en la conocida, militante y omnipresente inculturación infantil. Y eso que esas imágenes, esos colores y otros muchos detalles de la películas tienen tal eficacia que no creo que se me olvidarán jamás. Algo así como el goce que suelen producir las buenas producciones de la Flauta Mágica, Madama Butterfly o Turandot cuando no salen de los cauces tradicionales.