Kantorow

El concursante perfecto

Alexandre Kantorow acaba de ganar el primer premio del Concurso Tchaikovsky. Y aunque no he seguido todas las pruebas con continuidad, sí creo haber entendido algunas cosas de lo que ha pasado en Moscú.

Kantorow toca muy bien. Pero también tocaban bien —muy bien— otros finalistas. Todos, de hecho. Las diferencias, este año, eran especialmente pequeñas. No había ningún outsider como lo fue Lucas Debargue en 2015, ni claros bajones de calidad, tanto es así que para buscar algo que comentar las redes sociales se entretuvieron con el desgraciado error de programación que afectó a An Tianxu, quien se vio obligado a tocar los conciertos previstos pero en orden inverso. An Tianxu se negó a repetir la prueba, tal como se le ofreció, y, al haber sido eliminadas previamente algunas figuras más mediáticas como Malofeev, le dejó la final en bandeja a Kantorow. Pero esta victoria es, en mi opinión, un reflejo de tendencias muy claras en la interpretación pianística actual, y de una estrategia perfecta que, en mi opinión, merece un comentario.

Kantorow ha ganado, en primer lugar, por lo que ha tocado, aún más que por cómo ha tocado. De esto estoy totalmente seguro, aun sin haber hablado con ninguno de los miembros del jurado (quienes, por otra parte, probablemente tampoco se reconocerían al 100% en estas palabras). Y lo que ha tocado es un programa que poco o nada tiene que ver con el clásico “programa de concurso”. Lo ha tocado bien, pero, si nos ponemos exquisitos, ha habido concursantes que han fallado incluso algunas notas menos que él. La cuestión es que si fallas un par de notas en el Segundo Concierto de Tchaikovsky, en un concurso donde los otros seis finalistas (¡6!) tocan el Primer Concierto de Tchaikovsky, lo que pierdes no es nada con respecto a lo que ganas. El Segundo Concierto de Tchaikovsky, sinceramente, es un obra difícil de hacer que funcione en una sala de concierto; no es casual que el único pianista de fama mundial que haya creído de manera continuada en él fuera Emil Gilels, y que incluso a él le haya costado que el público internacional se fascinara por esa obra. Pero es una pieza ideal para este concurso. Este y no cualquier otro concurso, porque en éste hay que tocar obligatoriamente un concierto de Tchaikovsky (y no solo, sino junto a otro de otro compositor), y casi todo el mundo toca el Primero. Sin olvidar que al pensar en el Segundo pensamos enseguida en Gilels, músico muy ligado a ese concurso y cuya memoria está extremadamente viva todavía. Sin olvidar que, aunque ese Segundo Concierto de Tchaikovsky resulte hoy una obra tan difícil de ubicar, tiene algunos momentos ideales para un concurso, que suenan muy frescos si los tocas realmente bien (como el final de la cadencia del primer movimiento y el enlace con la entrada de la orquesta), y que la propia orquesta, agotada ante tanto repetir una obra como el Primer Concierto, se acabó por involucrar inevitablemente más.

Por otra parte, como segundo concierto de la noche, Kantorow eligió el Segundo Concierto de Brahms, lo que comparado con tantos Terceros de Rachmaninov, Rapsodias sobre Temas de Paganini y Terceros de Prokofiev era, de entrada, la única obra de autor no ruso. Pero, sobre todo, en el mundo de tópico en el que nuestra música está tan sumergida, significa de entrada desplazar la contienda a otro terreno. Por muy virtuoso que sea el Segundo de Brahms, con él vienes a decir: “no me valores por la cantidad de notas que hago sino por cuán buen músico que soy”. Lo que es ridículo, obviamente: como si no fuera necesario hacer música con Rachmaninov. Pero así de atados estamos a esos sistemas de categorías. Y, en el contexto de ese concurso, era una jugada perfecta, especialmente este año en que no había dos pruebas con orquesta separadas como pasó en la edición anterior, cuando los finalistas se midieron con Mozart antes de sacar la artillería en la última prueba.

Pero no solo el programa de la final era ideal. Si miras en perspectiva las dos pruebas anteriores, la obra maestra se completa. La primera prueba era, claramente, para asegurar, aunque con un guiño clarísimo con la pieza breve de Tchaikovsky, donde la Meditation op. 72 nº 5, pieza que ya perteneció al repertorio de figuras legendarias del pianismo ruso como Sviatoslav Richter y hoy poco tocada, pero que sigue siendo defendida en público —mira por donde— por dos figuras como Yevgeni Kissin y Denis Matsuev, quien precisamente presidía el jurado este año. Esto entraña un riesgo, obviamente: como tu interpretación se aleje mucho de la suya, puedes tenerlo en contra. Pero como no sea así, va a haber seguro una empatía con la obra. A todos nos pasa: escuchar en una masterclass o en un concurso una obra poco tocada pero muy amada nos predispone positivamente, siempre. Por lo demás. máxima calidad, mínimo riesgo. Perfecta la elección del preludio y fuga, del estudio de Liszt, del estudio de Rachmaninov; nada de aventuras con peligrosos “clasicismos”.

El punto culminante de esa obra maestra que fue el programa de Kantorow llegó con la segunda prueba, que era donde había más libertad de elección. Y la elección fue, a decir poco, sorprendente. Mucho Brahms, y no del más escuchado: las dos Rapsodia op. 79 y la Sonata op 2 (creo que jamás he visto esa sucesión de obras en ningún programa de concurso), la Suite del Pájaro de fuego en la transcripción de Guido Agosti (completa, no sólo la “Danza infernal” que ahora se ha puesto tan de moda) y luego (¡para acabar!) el 6º Nocturno de Fauré. Parece un absurdo error de disposición, y no: fue perfecto. Porque el público acabó por aplaudir a rabiar al finalizar Stravinsky, de modo que esa maravillosa pieza de Fauré sonó a “éste es un bis”. Y yo soy un poeta, y además francés, así que os regalo una pieza de mi tierra y cerramos la velada con un hermoso pianissimo. ¿Se puede imaginar algo más ingenioso, si lo que quieres es que te vean como un gran músico, y no como un mascador de notas?

Si a esto le unimos el aspecto especialmente desaliñado con el que Kantorow, en esa segunda prueba, salió a escena, la sensación que transmitía era un perfecto retrato del antidivo únicamente entregado a su música y no en alguien interesado en “gustar”, ya sea con su virtuosismo o con su imagen exterior. Es decir, exactamente lo contrario de lo que una parte esencial de los profesionales de la interpretación musical (de los que estaba compuesto el jurado) acusan el actual mercado de la música.

Y luego —de esto también estoy seguro, pero creo que ha influido mucho menos de lo que podríamos imaginar, y en todo caso de modo indirecto— está la cuestión de que Kantorow es hijo de quien es: el fabuloso violinista Jean-Jacques Kantorow, ahora muy activo también como director. Me imagino acerca de esto que surgirán los clásicos comentarios: “esto es una mafia, se lo reparten entre amigos, etc. etc.” Y yo, en cambio, creo que éste no es el punto. Es que un tipo como su padre sabe bien cuál es el mundo real de la interpretación actual. Sabe, de entrada, que hay muchas más posibilidades de que te compren por un “artista único” que por ser el mejor haciendo lo que hacen los demás. Y ahí está la elección inteligentísima del repertorio, la impecable puesta en escena e incluso, por qué no, el peinado ligeramente diferente en cada prueba, que en cada caso estaba perfectamente en línea con el momento que ocupaba esa prueba en el conjunto del concurso.

Kantorow ha sido el justo ganador de una competición: sus jugadas han sido perfectas y se ha llevado el premio gordo. Uno (sólo uno) de los ingredientes era tocar bien. Y lo ha hecho. Ahora la competición se ha acabado. Le espera el resto. Si sabe ajustarse a las circunstancias tan bien cómo ha sabido ajustarse a éstas, es posible que tengamos pronto en él a un pianista de fama mundial. Pero ésa es otra competición, con otras reglas, así que habrá que ver cómo le va.

Sowing

This is a very, very special photo for me. Emilia Fadini and Laia Martín, one next to another. You can not see me, because I was 600 km away, but at the same time I’m there, 100%. From Emilia Fadini, today still very bright at 89 years old, a thousand things emerged in my life. In those distant years 80, my passion for questioning about the music I did found in her and her courses a path that led from then, solidly, to look at the treaties (even more than the instruments) the answers to the questions that arose when observing the scores. Thanks to her I discovered the clavichord, I heard for the first time the names of Santa María, Diruta, and many others whose existence I know that many of my readers have discovered in my books, and I began to live in first person an intimate way of sharing music whose values had nothing to do with the ones that were being proposed to me, in those same years, in the conservatory classes.

This week, at 20th FIMTE – International Festival of Spanish Keyboard Music, so brilliantly organised by Luisa Morales, Emilia has shared the FIMTE Symposium with Laia Martin, who from that lineage is, in many ways, the continuation. Without me being seen, in this picture I am in the middle. As the current teacher of one and the old student of another, seeing them together gives me a wonderful feeling. Without what I saw in those Emilia classes, I doubt that Laia would even know who I am, nor would I be orienting her doctoral thesis at the University of Aveiro, nor would she, most likely, have been in Mojácar this week. And that is the meaning of that peculiar sowing that is teaching. Teaching and also writing, which allows you to share with many people what you consider important even away from your physical presence, in a process that often ends in a future whose trajectories move far, out of sight. But when these trajectories intersect, as has happened these days in the FIMTE, even without having been there, happiness is very deep.

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (IV y última)

Ultimo post de la serie, que toca volver al trabajo. Pero si se trata de volver, entonces ahí está algo al que nunca me canso de volver, una y otra vez: ese placer inconmensurable de mi niñez que fue el LEGO. Y ver cómo entre las manos de mis hijos (y en las mías, no nos engañemos) se va uniendo año tras año, irremediablemente, a esa otra presencia indeleble en mi vida que es Star Wars. Vi en el cine “A New Hope” con mi padre en 1977 y todavía me acuerdo de ese día como si fuera ayer: 42 años ya de convivencia con esa saga. Y ahora, literalmente, Imperio y Resistencia invaden nuestra casa… Con la pequeña curiosidad que hacer y rehacer estas naves de LEGO, con las que creo disfrutar yo aún más que ellos, es la única actividad en mi vida en la que no siento la necesidad de buscar la originalidad. Tocando, escribiendo, dando clases, viajando, planificando cualquiera de mis actividades, siempre siento que no sería yo si no lo hiciera todo “a mi manera”. Aquí, poner la pieza exacta en el lugar exacto es el mayor de los placeres (tanto que a veces entiendo un poco al padre protagonista en la sombra de “LEGO The Movie”… ¡qué gran metáfora, ese filme!). A veces incluso me entra la duda: ¿no estará asomándose ahí mi verdadero yo conformista? En realidad, lo veo sobre todo como un pequeño mecanismo de compensación, una forma de concebir ese juego como un espacio de relajación mental, pero la sensación no deja de sorprenderme. Y, por si acaso, ahora mismo voy a dedicar unas horas, hoy que por fin puedo, a esas actividades en las que tanto disfruto trazando caminos no convencionales. ¡Mis inVersions necesitan atención!

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (III)

He pasado una parte consistente de estos últimos cuatro días encontrando entre los tres el lugar adecuado para las 1500 piezas de este puzzle. Aprendiendo, de paso, la localización exacta de lugares tan diversos como las Islas Tokelau, South Georgia o Jan Mayen (geolocalización incluída, porque esos mares, incluso en un puzzle, son inabarcables si no cuentas con meridianos y paralelos). Pero también acompañado de la incómoda, persistente pregunta de por qué los humanos necesitamos tanto esas fronteras, ese repartirnos el planeta en forma de patrias y banderas. La próxima vez, con mis hijos, voy a hacer un mapa físico. Mucho más difícil aún, lo sé, pero más próximo a cómo me gusta pensar nuestro mundo.

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (II)

Impacta, sí. Ver cómo alguien mucho, mucho más joven que tú (11 años, ahora mismo) resuelve en una hora esa locura que es el Square One Cube, recién incorporado a su serie particular de variantes del cubos de Rubik… Será amor de padre, y sé que hay gente mucho más rápida que él, pero yo que no sé hacer con facilidad ni siquiera una cara del más banal 3×3 me quedo sin palabras viéndole resolver cualquiera de éstos, a menudo en pocas decenas de segundos o en algunos minutos. Y mi admiración por el creador de toda esta locura, Ernö Rubik, sigue creciendo día a día. Que alguien pueda llegar a ser el hombre más rico de Hungría con sólo crear algo tan pequeño, armonioso, portátil, inocuo e inteligente como este cubo me parece de esas realidades que te hacen creer en la humanidad. Falta nos hace…

Cosas-que-acabas-haciendo-si-te-quedas-una-semana-seguida-a-solas-con-tus-hijos (I)

Ocho días a solas con dos muchachos de 7 y 11 años dan para mucho. Y algunos de esos momentos se prestan a un breve comentario en este blog. El primero surgió al ver en pantalla grande “Entrenando a tu dragón 3”, posiblemente la película de dibujos animados visualmente más impresionante que yo haya visto jamás. Sería un goce increíble de principio a fin, si no fuera porque su trama tan insufriblemente heteronormativa acaba por estropear el espectáculo a quienes estamos sensibilizados con el tema. Es una lástima, realmente: un paso más en la conocida, militante y omnipresente inculturación infantil. Y eso que esas imágenes, esos colores y otros muchos detalles de la películas tienen tal eficacia que no creo que se me olvidarán jamás. Algo así como el goce que suelen producir las buenas producciones de la Flauta Mágica, Madama Butterfly o Turandot cuando no salen de los cauces tradicionales.